Maternidad: mis hijos quieren ser normales

Esta reflexión comenzaba ayer por la tarde, cuando Martín se quejaba porque en su tupper para el recreo se me había ocurrido meterle un huevo duro. A punto de cumplir seis años, me razonaba que no quería tomar en el recreo cosas que eran "de la comida y la cena". Yo le dije que un huevo duro podía tomarse a cualquier hora, que hacía crecer muchísimo y que además estaba rico. Al final, que-sí-que-sí-mamá, pero que yo quiero un desayuno para el recreo NORMAL. 

La palabra normal me llegó al alma, porque aunque a nosotros nos gustaría que nuestros hijos tuvieran unas costumbres más sanas que la media, ellos, o al menos los míos, lo único que piden es ser como todo el mundo. A mí eso me parece terrorífico, no hay nada peor que no diferenciarse del resto. Sé que lo normal hoy en el colegio de mis hijos es comer galletas,  que tus padres no puedan ir  a recogerte al salir de clase, y llevar zapatillas Munich. Sinceramente, a mí me gustaría que mis hijos tuvieran capacidad crítica y diferenciarse del resto, al menos, en lo que no es del todo bueno para ellos, como llevar de desayuno galletas y batido de chocolate.

Sin embargo, al final he tenido que entender que mis hijos no quieren ser "ese niño que nunca desayuna galletas", "Martín el del huevo duro", sino que buscan, por encima de todo, ser queridos en clase e integrarse. Para unos es más fácil, para otros algo más complicado, y si encima tu madre te pone obstáculos, mejor nos retiramos y nos colgamos ya la etiqueta de diferente. Y no me malinterpretéis:

1. Creo que ser diferente es bueno, pero también pienso que Martín aún no tiene edad ni madurez para entenderlo.

2. No voy a dejarle desayunar galletas de chocolate por costumbre. Hemos llegado a un acuerdo y le parece bien desayunar plátano, sandwich de jamón, y bizcochos caseros.

Si él decide ser diferente, no jugar al fútbol, o no llevar la camiseta por fuera, sino por dentro del pantalón, lo apoyaré. Lo único es que no creo que deba ser yo, a esta edad, la que le haga diferente sin motivo justificado. El huevo duro lo tomaremos a la hora de cenar, y, para el desayuno, algo que no de pie a que pueda sentirse distinto en sentido negativo.

Por muchos libros de educación que leamos, la vida diaria te da lecciones continuas para las que tienes que reaccionar en tiempo real. Yo no estaba preparada para que Martín ayer me pusiera en este aprieto, y os prometo que al principio me enfadé, pensando que tal vez debería haber más niños de huevo duro y menos de nutella, y que nosotros podríamos dar ejemplo. Sin embargo, dar ese ejemplo a costa de que Martín se sienta mal en clase sin tener aún madurez para entender y defender el por qué un huevo y no un sencillo plátano, es innecesario. Hay que luchar por hacer mejor el mundo que tenemos a nuestro alrededor, pero también creo que hay que elegir muy bien las guerras en las que queremos embarcarnos y los daños colaterales que vamos a ocasionar.


PD: Por cierto, que los libros sirven, y mucho. Este comienzo de curso he tenido que desempolvar 100 ideas para que tus hijos te obedezcan, que refresco de cuando en cuando. De ahí viene la idea de no meterte en mil batallas por todo, sino de elegir las más importantes. Vivir en lucha continua por todo para que tus hijos sean perfectos es insostenible.

TERESA ZAFRA

arquitecta desde 2005, blogger desde 2010 y madre desde 2012. Abrí este blog hace más de 5 años para probar y ahora no puedo parar! Aunque la vida se le complique cada vez más, no se imagina ya su rutina diaria sin asomarse a este cuaderno de todo que es hoy el blog.

Si queréis más, nos vemos en Instagram